El aftartodocetismo, también conocido como aftardocetismo, es una doctrina monofisita que sostiene que el cuerpo de Cristo era incorruptible e impasible desde el momento de la encarnación. Según esta creencia, aunque Jesús aceptara voluntariamente sufrir durante su pasión, su cuerpo no estaba sujeto a corrupción, sufrimientos ni enfermedades humanas hasta la resurrección. Esta doctrina surgió a comienzos del siglo VI, basada en las enseñanzas del obispo Juliano de Halicarnaso, quien rechazaba el diofisismo y afirmaba que el cuerpo de Cristo debía ser incorruptible.
Los seguidores de esta doctrina, llamados julianistas, incorruptibles o incorruptícolas, fundamentaban su creencia en razones soteriológicas: dado que Jesús vino como salvador para liberar a la humanidad de la corrupción, su cuerpo debía ser necesariamente incorruptible. Argumentaban que ciertos eventos narrados en los Evangelios, como la transfiguración, la marcha sobre las aguas y el ayuno de cuarenta días, junto con citas de padres de la Iglesia como Clemente de Alejandría, apoyaban esta idea.
El aftartodocetismo sostiene que desde su formación en el seno materno, el cuerpo de Cristo no sufrió ninguna alteración ni mutación, y que no experimentó hambre, sed o fatiga. Por ello, antes de su muerte comía sin necesidad, al igual que después de la resurrección. Esta doctrina implica que el cuerpo de Cristo era impasible, incapaz de sentir dolor, lo que conlleva la conclusión de que no habría padecido realmente por la humanidad. Esta consecuencia fue una de las razones por las que la doctrina fue condenada en el Concilio de Calcedonia en el año 451.
Entre los principales opositores a esta doctrina se encuentran el patriarca Severo de Antioquía y Leoncio de Bizancio. Algunos padres de los siglos IV y V, como Hilario de Poitiers y Hesiquio de Jerusalén, enseñaron que la impasibilidad era el estado normal de Cristo, pero que para sentir dolor debía haber un acto especial de su voluntad o un milagro.
Juliano y Severo, refugiados en Egipto por rechazar el Concilio de Calcedonia, compartían la visión de una unidad en la persona de Cristo donde la divinidad se infundía en la humanidad. Sin embargo, Juliano iba más allá al afirmar que las cualidades humanas de Cristo estaban glorificadas desde antes de la Pascua, divinizando su humanidad. Severo, por su parte, evitaba asimilar la humanidad a la divinidad, fundamentando el miafisismo en la unidad de la energía o actividad de Cristo, y no en la divinización de su humanidad.
Leoncio de Bizancio, calcedonense, defendía que la unión de la divinidad con la humanidad hacía a Cristo el único hijo santo y libre de pecado, pero que la naturaleza humana no necesitaba la intervención del Logos para sufrir, y que la voluntad humana de Cristo intervenía en la salvación, siguiendo a Gregorio de Nisa.
| Autor: | — |
| Editorial: | — |
| Año: | — |
| Números: | 7 |
| Género: | Doctrina religiosa, Teología cristiana |
| Idioma: | Español |
| Leer en: | Incorruptible – Doncomic |